Todo lo que voy a contar es ficticio ya que no tengo perro ni críos ni una casa tan vieja.
En ocasiones somos víctimas de una inesperada visita a casa por parte de familiares o “amiguetes” que rara vez nos llaman o se acuerdan de nosotros.
Muchos abogan por la recalcitrante frase: “La familia es lo primero” al puro estilo de El Padrino pero yo defiendo que esto es mentira. Los amigos son lo primero y la familia solo está ahí por que “toca”. Los amigos los elijo yo, son amigos porque son gente con criterios sobre la vida parecidos a los míos, gente que comparte conmigo algunas aficiones, ideas y que puedo disfrutar con ellos y ellos conmigo de conversaciones ricas en contenido.
La familia solo sabe preguntarte por el estado de tu perro, maleducar a tus hijos haciéndoles cucamonas absurdas, hablarte del frío que hace, lo bueno que es su coche nuevo o lo mal que lo pasa en el trabajo y poco más pero lo peor de todo es que te pueden reventar un día completo solo con ese lamentable propósito. Los típicos plastas sistemitas* que tienen que tocar la moral diciendo que van a venir a ver tu casa para ver como te ha quedado después de la reforma y así poder tener tema de conversación con las siguientes víctimas del próximo domingo.
Ah, ¿que tienes niños?. Pues tu caso es mucho mas grave:
El domingo empezaba prometedor. Te encuentras en la enorme cocina disponiendo de todo el tiempo del mundo para hacer unos cafés y unas bonitas tostadas para todos, tu mujer está viendo una web de nutrición ortomolecular en el mac mini del salón y los niños están a su lado sentados en el suelo intentando resolver el cubo de Rubik que acaban de desordenar. El sol de invierno entra de lado por las ventanas del sur creando una preciosa luz que realza el acogedor ambiente de la preciosa casa de principios del siglo XIX. El silencio reina en las calles de la aldea dejando escuchar de fondo los cencerros de un lejano rebaño de ovejas. Las tostadas están en la mesa del comedor anexo a la cocina e invitas a todos a un tranquilo desayuno en familia pero en este momento suena el teléfono y tu mujer, que aún no ha aprendido a no contestar en este tipo de momentos, lo levanta sin siquiera mirar el remitente en la pantalla del mismo – cariño, son los Wilkinson, que están por el pueblo y vienen para acá a ver a los niños. Estos comienzan a echar pestes por sus pequeñas bocas acordándose de la visita del año pasado y se comen inquietos las tostadas de tres grandes bocados. La mujer cuelga el teléfono y comenta lacónicamente la estupidez que acaba de cometer cuando sorprendentemente suena la vieja campana del portalón del bonito caserío. Abres la puerta y te encuentras a los Wilkinson armados con dos terroríficos y maleducados niños que comienzan a corretear por los divanes además de tres perros pequeños de la misma índole. (Juas, que bonito me ha quedado el cuento, ¿no?)
¡SE JODIí“ EL DIA DE DOMINGO SOLO POR UNA LLAMADA!
Te llaman un domingo que empezaba prometedor y te lo destrozan de golpe:
– Hola Manolito, que vamos para allá a ver a los críos!
– Pero bueno, cabronazo, y yo que? No preguntas a ver si me apetece que vengáis o si tengo otros planes? – y encima me va a tocar cocinar y malgastar mi comida porque siempre os quedáis como lapas a todo lo que toque mientras yo os hago la corte y el paripé para que penséis que me encuentro a gusto con vosotros en mi casa. Pues no me da la gana, cabrones!. Prefiero destrozar mi día sabático grabando a los niños con la cámara de vídeo y colgarlo en youtube para que los veáis a que vengáis a tocarme las pelotas – pero no puedo decir esto así que les tengo que mentir y decirles que tengo mucho curro y no me pienso mover del ordenador así que mejor no vengan hoy porque van a estar solos.
Me jode tener que mentir para evitar hacerles daño, coño! Si es que al final soy hasta buena persona y todo.
Soy bueno porque finalmente no evito que este tipo de visitas me den la murga este domingo para que puedan actualizar sus bases de datos mentales de conocimientos “rosas” y así luego puedan ir el siguiente domingo a otra casa a contar a gente que solo conozco de oídas, detalles sobre mi vida privada, lo suave que está el lomo de mi perro y lo mucho que han crecido mis hijos.
La verdad es que a nosotros no nos apetece ir a ver a los niños de nadie.
¿Conocéis a algún familiar o conocido medianamente lejano que vaya a veros a vosotros en vez de ir a ver a los niños, al perro o la casa? Es decir, os llaman por teléfono y os dicen: Hola, primo Manolito… ¿puedo ir a verte? – ¿sí?… pues contadlo en los comentarios o mandar audiocorreos a podcast arr0ba radiocaset.com
* Sistemita: Personaje que cree ciegamente en el sistema socio-cultural.